Desde SADOP celebramos que el actual Gobierno Nacional haya reivindicado la situación laboral tanto de los compañeros peones rurales como de las empleadas domésticas, actualizando sus correspondientes estatutos, que fueron promulgados en 1947 por el entonces Presidente Juan Domingo Perón. Asimismo, aquellas leyes sancionadas por el General Perón incluían un tercer sector cuya realidad patronal era –y todavía lo sigue siendo– esquiva e insensible al reconocimiento de Derechos Laborales y Justicia Social: los Docentes Privados.
El Estatuto del Docente Particular (Ley 13.047) necesita ser actualizado y adecuado a la Ley de Educación Nacional. De esa manera, se podrán contemplar nuestros derechos y obligaciones, además de garantizar las Paritarias del sector de forma sostenida. De no ser así, seguirán existiendo situaciones de desigualdad e injusticia en el conjunto de trabajadores del sector privado argentino.
Es que los dueños de colegios privados, nucleados en Cámara Patronales como CONSUDEC, COORDIEP y CAIEP, se niegan sistemáticamente, año tras año, a acordar un Convenio Colectivo de Trabajo para el sector, relegándonos a los docentes de condiciones laborales dignas, naturalizando nuestros malestares psíquicos y físicos, y rescindiendo la calidad educativa en favor de su mercantilización.
Los 240 mil docentes privados argentinos no podemos seguir siendo marginados de un derecho que poseen más de 2 millones de compañeros trabajadores, y que desde hace varios años se viene celebrando a través de las Paritarias, con las que junto a sus patrones establecen condiciones de trabajo, medio ambiente y salario.
Los Docentes Privados estamos siendo discriminados y afectados por no poder sentarnos a discutir nuestro Convenio Colectivo. Somos un conjunto de trabajadores constituido por un 80% de mujeres (192 mil maestras y profesoras de todos los niveles y especialidades), y donde la mayoría tiene la responsabilidad de ser sostén de familia o co-partícipes en la economía familiar.
Además, tanto las particularidades de nuestra labor como los contextos –muchas veces indignos– de nuestro ambiente de trabajo, nos hacen propensos a malestares que afectan nuestra vida cotidiana dentro y fuera de los establecimientos educativos. Durante el último año, un 73% de los docentes padeció fatiga, cansancio y desánimo sin causa que lo justifique; un 65% tuvo dolores de cabeza; un 72% tuvo dolores musculares, de huesos y articulaciones; y casi un 60% padecieron nerviosismo o mal humor, y dificultades para conciliar o mantener el sueño.
En 67 años, el sector privado de la educación ha crecido y continúa creciendo. Necesitamos de un Estado que regule nuestra actividad, y que adecue a las normas vigentes tanto a los colegios como a nosotros, los docentes. Solo así habrá igualdad y justicia entre los trabajadores argentinos.