La noche del sábado 18 de junio, el Auditorio de SADOP fue escenario de un concierto inolvidable del artista uruguayo Daniel Viglietti, uno de los más destacados cantautores latinoamericanos. El evento, a beneficio de los damnificados por las últimas inundaciones, fue organizado por la Secretaría de Cultura de SADOP.
Por la Secretaría de Prensa y Comunicación de SADOP
“A los que hacemos canciones humanas, como me gusta llamarlas a mí, ¿cuántas veces nos preguntan si éstas pueden transformar o lograr algo? Yo siempre respondo que es muy poquito lo que una canción puede hacer. Dentro de todo un territorio de herramientas culturales, a veces puede ayudar a tomar más conciencia, con esa ventaja de perforar el analfabetismo. No es necesario saber leer para oír una canción, y en muchos países esa limitación existe”, relató Daniel Viglietti. Luego rememoró: “cuando siendo un niño fui al Teatro Solís (de Montevideo) y oí a Atahualpa Yupanqui cantando, narrando, a mí me cambió la vida. Atahualpa no modificó mi situación, pero sí me tocó la conciencia, la sensibilidad. Entre otras razones, me dediqué a la música por haber oído a Atahualpa cantando esta canción anónima del Caribe venezolano”. Tras esta introducción, Viglietti se despachó con una versión conmovedora de “Duerme negrito”, acompañado por dos niños y convirtiendo las escaleras del escenario en instrumentos de percusión. Ese clima íntimo y familiar, expectante, alegre y emotivo, irradió la atmósfera de la sala a lo largo de la presentación de este maestro de la música popular latinoamericana. “Es una canción que Atahualpa recopiló y adaptó. Yo la grabé en Cuba, acompañado por percusionistas cubanos… Las canciones son como el amor, siguen cambiando… depende con quién”, señaló Viglietti, para luego elogiar “la sutileza” de los pequeños que aportaron su ritmo aquella noche.
Minutos antes, Claudio Corriés, Secretario de Cultura de SADOP, había dado las palabras de bienvenida para un artista que no necesita presentación. “Estamos llevando adelante un sueño, porque para muchos de nosotros, Daniel Viglietti le puso letra y música, poesía y armonía, a aquellos sueños de juventud y de cafetín, como dice el ‘Negro’ Dolina. Sueños que en América Latina hoy se transforman en realidad”, definió Corriés, para luego reconocer: “Es un gran orgullo que Daniel Viglietti haya venido a tocar a SADOP. (…) Es como darle una vuelta y completar un sueño colectivo, de una sociedad argentina y latinoamericana que piensa y lucha por vivir mejor, con Solidaridad y más Justicia Social. La poesía de Viglietti expresa de mejor manera aquello que decíamos y soñábamos.”
A su vez, el Secretario de Cultura de SADOP describió el evento como “un mojón importante en la lucha de los trabajadores de América Latina y de la educación”. “La política cultural de SADOP está pensada, se define, como la manera que tiene el pueblo de transformar la sociedad. Además de estar emocionados por recibir a este maestro, los docentes privados tenemos la responsabilidad de seguir en este camino. Por eso estamos desarrollando herramientas culturales a partir del teatro, de los títeres y de presentaciones de otros músicos populares argentinos y latinoamericanos en las sedes de SADOP en todo el país. (…) Sabemos que la lucha es importante, larga, y tiene escollos. Pero tener hoy un artista de la magnitud de Daniel Viglietti es un espaldarazo para seguir acercando hechos culturales, porque su poesía, que hace 30 años nos conmovía, hoy nos sigue conmoviendo de la misma manera, porque estamos viviendo muchos de esos sueños hechos realidad. Sabemos todo lo que falta, sabemos que el proceso es fuerte, y que los enemigos son poderosos, pero también sabemos que estamos en un camino de liberación de América Latina. El arte y la poesía nos permiten caminar y profundizar este camino”, remarcó Corriés.
Durante el concierto, acompañado por su guitarra recorrió un generoso repertorio, que incluyó clásicos del cancionero latinoamericano como los temas de su autoría “Las hormiguitas”, “Che por si Ernesto”, “Vals de la duna” y “Anaclara”, y “La llamarada”, una canción de Julián García (poesía) y Jorge Salerno (música) popularizada por él; en esta última fue acompañado por un coro que incluyó a todos los presentes en la sala. “Ahora nos vamos a imaginar el mundo al revés, donde algunos creen que hay frío, hay calor; donde creen que hay silencio, hay ruido; donde creen que hay chocolatines, hay caramelos… bueno, eso no sería tan al revés”, decía el cantautor, despertando las primeras sonrisas entre el público. Luego continuó: “esta es una canción de quien yo siento que es la Voz de América Latina, porque fue una voz que escribió, que tuvo una fertilidad enorme, y también que recolectó material a través de su largo y angosto Chile. Me refiero a la que a mí me gusta llamar la única Violeta que nació de una Parra. (…) Con Mario Benedetti hicimos este tema como ejercicio, cuando mezclábamos material para el disco ‘A dos voces’. Con sus poemas, Mario fundó un género: los refranívocos”. Luego Viglietti interpretó “El diablo en el paraíso”, el tema de Parra que se inicia con una contundente estrofa repleta se sarcasmo y metáforas: “El hombre se come el pasto, el burro los caramelos, / la nieta manda al abuelo y la sota al rey de bastos. / El agua la llevo en canasto, me duermo debajo el catre, / todo lo endulzo con natre, / bailo en la tumba del muerto. / ‘Mentira todo lo cierto’, gritaba desnudo un sastre”. Además, incluyó los aportes de Benedetti en frases como “Un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo”, arrancando con su ironía las carcajadas del público, para finalizar: “Contra el optimismo no hay vacunas”.
El concierto también tuvo momentos que invitaron a una reflexión profunda. “La próxima canción es de un querido compañero uruguayo, que conocí saliendo de un concierto en Paysandú. Se me sentó al lado, también con una guitarra, y empezó a conversar conmigo. Me contó que estaba tocando en un grupo que se llamaba Los Cimarrones. Y ahí nació una amistad. Nos visitábamos seguido, cantábamos, intercambiábamos ideas. Era una época en que, cuando uno más o menos sabía lo que pensaba el otro, no le preguntaba demasiado… Mejor no saber muchos detalles, pero algo se intuía. De manera que allá por el 72, viendo el periódico fue una sorpresa y no, encontrar su foto junto a una palabra muy maldita que usó la represión en mi país: ‘requerido’. Y como ustedes comprenderán, no se trata de amor, se trata de odio. Era Henry Engler, que estaba siendo buscado. Finalmente tuvo que padecer como rehén. (…) Fíjense que en medio de toda esa oscuridad, tuvo algunos momentos para imaginar. Hizo hermosos dibujos y hermosas canciones. Porque con los muros que tenía al lado seguía de vez en cuando cantando. ‘La leyenda del Queguay’ es una canción que compuso en prisión, en los calabozos del cuartel de Paso de los Toros, en el centro de Uruguay. En soledad, en medio de tantos castigos, la ternura venciendo, la ternura derrotando; una canción luminosa, que sale de las sombras”, señaló Viglietti.
Antes de continuar con el repertorio, el cantautor indagó al público sobre el instrumento musical más característico de la música folclórica argentina. Si bien el bombo legüero fue al que más aludieron los presentes, y la mención de la quena y el charango –compartidos con la música boliviana– disparó una pequeña reflexión sobre “la invención de las fronteras”, Viglietti optó por la caja para incorporarla a una estrofa de “Canción para mi América”, un tema de su autoría popularizado también por Mercedes Sosa. A su vez, el generoso cancionero que presentó en SADOP también incluyó temas inéditos, que formarán parte de su próximo trabajo discográfico.
El preámbulo de “Milonga cañera”, de su admirado Alfredo Zitarrosa, le permitió a Viglietti reconocer la obra de su compatriota “como una memoria viva de la cultura”. “Es una canción que escribió tempranamente. Se refiere a uno de los hechos fundacionales de buena parte de la lucha por la liberación en Uruguay. Esa lucha cruelmente interrumpida, pero que continúa buscando nuevos caminos contra la impunidad, que sigue reinando en muchos planos de mi país”, dijo el montevideano, y señaló que en el tema de los Derechos Humanos “Argentina es un referente”. “(En Uruguay) seguimos luchando por avanzar contra todo lo que se oponga. Incluso, contra la que he bautizado la Suprema Corte de Injusticias”, definió.
Entre las canciones, se hizo particularmente emocionante en el Auditorio del Sindicato de Docentes Privados aquella basada en la historia de la maestra uruguaya Elena Quinteros, apresada en el 76 mientras daba una clase, y llevada a “la rutinaria máquina del castigo y la tortura”. “En un momento –contó Viglietti– a ella se le ocurre un estratagema y le dice a los represores que pararan el martirio, que ella les iba a entregar un contacto. Al otro día, en una determinada esquina y a una determinada hora, con todo un operativo, autos rodeando la zona y dos personas custodiándola, Elena escapó corriendo con tremenda velocidad. Tenía todo planeado: allí saltó un cerco y cayó en el jardín de la Embajada de Venezuela gritando ‘soy Elena Quinteros, pido refugio’. Pero claro, en época de dictadura, los guardianes de la Embajada eran uruguayos y represores, entonces les permitieron entrar a los demás. Y pese a que aquella Venezuela no era la de ahora, las manos de los venezolanos, en una actitud muy digna de los funcionarios, la quisieron salvar. Sin embargo, se la arrebataron y la llevaron. Y nunca más… Su madre, la ‘Tota’ Quinteros, también maestra, con su bastón, pasó una vida buscándola, denunciando. Historias que ustedes conocen tanto, que son espejos con las de aquí, con las de Brasil, con las de Chile, con las de Guatemala y con las de tantos países. De esa historia real nació la canción…”, finalizó Viglietti, y le dio paso a la estremecedora composición “Tiza y bastón”.
“Tiza y Bastón”
A Tota y Elena canto
con emoción contenida,
con la tiza y el cuaderno
soñaban cambiar la vida.
Maestras de vocación
en diferentes estambres,
sopa de letras sembraron
en las infancias con hambre.
Elena tuvo en el vientre
a su madre sin saberlo,
utópico el embarazo
hay que creer para verlo.
Conciencia dio con su ejemplo
de maestra y militante,
si no es verdad lo que digo
que venga otro y que lo cante.
Tiz tiz, canta la tiza
de la señorita Elena,
los niños alzan la mano
y alejan todas las penas.
Toc, toc, dice el bastón,
y es la Tota que camina,
alerta con estas madres,
son de América Latina.
A Elena se la llevaron
los buitres entre las garras,
la Tota empezó a buscarla,
a morir sin encontrarla.
En el arte de la fuga
Elena arriesgó sus pasos,
asilo venezolano,
Bolívar le abrió los brazos.
Los verdugos invadieron
espacio de un pueblo hermano,
de nuevo la secuestraron,
callando murió en sus manos.
Tiz tiz, canta la tiza
de la señorita Elena,
los niños alzan la mano
y alejan todas las penas.
Toc toc, dice el bastón,
y es la Tota que camina,
alerta con estas madres,
son de América Latina.
Se sabe que nada dijo
en medio de los martirios,
soñaba cambiar la vida
empezando por los niños.
Hoy nace una escuela nueva,
los niños le dan su nombre
y la recuerdan felices,
que nadie de esto se asombre.
Porque las Quinteros fueron
luminosas en su historia,
compañeras entrañables,
fundadoras de memoria.
Tiz tiz, canta la tiza
de la señorita Elena,
los niños alzan la mano
y alejan todas las penas.
Toc toc, dice el bastón
y es la Tota que camina,
alerta con estas madres,
son de América Latina.
A Tota y Elena canto
con emoción contenida,
con tiza y bastón gritando:
¡viva América Latina!
(Letra y Música: Daniel Viglietti)