La nueva norma es una repuesta concreta a un problema serio y multi-causal. También implica profundizar una opción clara y contundente por la generación de mecanismos de convivencia como claves para producir cambios de fondo en el día a día de la escuela.
Daniel E. Di Bártolo
Secretario de Educación – SADOP
La Cámara de Diputados de la Nación aprobó una ley (cuya autora es la Diputada y pedagoga Mara Brawer) que se refiere en forma específica al problema del acoso escolar o bullying. Lo interesante y positivo es que lo enfoca desde una perspectiva institucional y propone objetivos de intervención docente, participación y convivencia escolar como las claves para su prevención.
Desde el SADOP, en diversos ámbitos, venimos planteando un enfoque diferente del problema. La tendencia de ciertos medios de comunicación y de sectores anclados en una pedagogía “nostálgica” es focalizar la cuestión sin contextualizar en los procesos personales y sociales que se manifiestan en estos hechos de violencia en las escuelas como así tampoco su ubicación en los fenómenos de época.
Los hechos suceden pero al focalizarlos, resaltarlos en zócalos y primeros planos de TV en forma permanente, y muchas veces escandalosa, más que ayudar a su solución terminan transformándose en lo que el recordado “Tato” Contisa llamó “la vindicación mediática” en “El juego del ahorcado”.
La ley sancionada modifica el paradigma. Pone el acento en la construcción de espacios democráticos de participación y consenso en el interior de las instituciones educativas en todos los niveles y modalidades teniendo en cuenta la realidad madurativa de los niños y jóvenes.
Los espacios de convivencia escolar suponen una apuesta general de la comunidad educativa que, digamos, no se improvisa. Es la consecuencia de una teoría de la educación, de una práctica liberadora – freireana – en el aula, de un estilo democrática de relaciones inter-personales, de una integración efectiva de los padres de familia – y no solo para actos y eventos – y, en el caso de los colegios privados , relaciones horizontales y dialógicas entre los empleadores y los trabajadores.
La nueva ley sancionada es una respuesta concreta a un problema serio, multi-causal y que, en verdad, llegó para quedarse. Implica profundizar una opción clara y contundente por la generación de mecanismos de convivencia como claves para producir cambios de fondo en el día a día de la escuela.
Ahora bien, esos cambios de fondo, en la educación, nunca son a corto plazo. La escuela, forjadora de personalidades, forma en el tiempo. Sólo la permanencia sistemática de políticas educativas promotoras de la libertad y la solidaridad podrán alumbrar jóvenes convencidos de como relacionarse con los demás, como procesar las diferencias, como enfrentar los problemas y, en el fondo, como vivir en una sociedad democrática.
El modelo neoliberal traspasó la piel social e instaló el individualismo y el “sálvese quien pueda” promoviendo estructuras educativas autoritarias. En los últimos diez años, junto con la sanción de un nuevo marco legal para el sistema educativo argentino, se profundizó la implementación de una política pública que ubicó a la escuela y al docente en el centro de sus preocupaciones. La sanción de esta ley sobre los acosos en la escuela se ubica en esa línea de promover la intervención pedagógica del docente como clave de la superación de conflictos y problemas.
En los resultados de la 1ra. Encuesta Nacional de Docentes Privados (SADOP/CYMAT) se evidencian los malestares docentes a partir de lo conformación y los perfiles de las instituciones educativas.
Pensar la escuela y el acto pedagógico en términos de participación y convivencia es el mayor logro de una ley que, como tal no modifica la realidad, pero plantea un marco y lineamientos para producir las transformaciones necesarias para los cambios.
Por ello, nuestro compromiso con un estilo de trabajar como educadores: crear conciencia, participar, fomentar el trabajo colaborativo, interactuar entre la escuela y la realidad, en fin, la escuela y la educación son actos de amor y esperanza, como dijo Paulo Freire. Allí estamos y allí nos encontrarán cada día.