Algunas reflexiones en el Día de la Pachamama

El 1º de agosto celebramos el día de nuestra Madre Tierra. “Desde una mirada que incorpore a la ecología profunda no podemos silenciar el daño, muchas veces irreparable, que el capitalismo salvaje causa también a la naturaleza”, explica Mario Almirón.

01 de Agosto 2014

Por Mario Almirón
Secretario General
SADOP

Los conceptos de sobrexplotación y depredación, que caracterizan al sistema capitalista sobrevuelan y rigen cada uno de los escenarios en los que se proyectan. Sean éstos sociales, culturales, políticos o ambientales, siguiendo todos una sola dirección económica: maximización de la renta y acumulación de riqueza de algunos grupos o sectores (concentración).

Bajo esta forma el capitalismo salvaje plasma su esquema de dominio/explotación que impacta sobre las matrices productivas de nuestros países, configurando en toda la cadena de producción relaciones desiguales para quienes no son directamente los grandes beneficiarios, sean estos el pueblo o sus sistemas sustentadores de vida, es decir sus recursos naturales.

La maximización de la renta y acumulación de ganancias, solo sustenta ese paradigma dejando de lado los pasivos ambientales, el deterioro, perdida, conservación entre otros, principios rectores que deben inexorablemente regir el uso y manejo de recursos naturales. Pensando en garantizarlos para generaciones futuras debemos plantear un aprovechamiento de recursos con núcleo en la sustentabilidad e internalizar que no hubo ni habrá producción y desarrollo sustentable sin políticas que busquen eliminar totalmente el hambre y la pobreza de nuestras naciones en el presente, considerando “sujetos de derecho” a las generaciones futuras y a los recursos naturales.

Todos los bienes y servicios que brinda la naturaleza, han estado a disposición de la sociedad libres de cualquier carga, sin costo alguno, sin precio ni valor, lo que ha llevado a no considerar su verdadero valor.

Hoy la realidad es apremiante, ya que la continua escalada de explotación de los ecosistemas para convertirlos en cultivos, extraer la madera, minerales, amenaza su funcionalidad y la vida y formas de producción en algunas regiones a corto y mediano plazo y la de la supervivencia en general.

Vemos actualmente en este contexto que lo referente a la minería, soberanía energética, agua útil, agricultura, protección de conocimientos tradicionales y de recursos genéticos, son temas de agenda internacional por la implicancia que tienen los mismos en la geopolítica, en función a la renta para algunos sectores y en función a la vida y las posibilidades de construir y sostener naciones justas y soberanas para todos los que creemos en esto, como derecho real para nuestros pueblos.

Estamos entonces frente a momentos en donde no podemos quedar ajenos a los procesos que se debaten entre el capital o el trabajo, entre un desarrollo que nos contenga a todos o la acumulación de riquezas sin límites. Debemos intervenir nuestra realidad teniendo claro para qué y para quienes se piensa el aprovechamiento de recursos naturales y el entramado productivo, en función de las necesidades alimentarias, energéticas y de un “buen vivir” o “vivir mejor” en general.

Queda expuesto el rol que desempeña en muchos casos el sector privado en estos procesos y por lo tanto debemos buscar fortalecer nuestras democracias para que el Estado sea quien decida y ejecute políticas que garanticen la protección y los derechos de nuestra tierra, sus recursos y en consecuencia la justicia y soberanía en todas sus dimensiones.

En ese sentido, proponemos la necesaria reforma de nuestra Constitución liberal/conservadora por una de tipo social; que reconozca a la naturaleza como “sujeto de derecho” y la proteja adecuadamente.

La producción y el desarrollo justo y equitativo de nuestros pueblos, no puede ni debe erigirse sobre el principio de impunidad ambiental, porque esto significará para nuestra América aumento de inequidad social, perdida de condiciones dignas de vida y riesgos inexorables para generaciones presentes y futuras.

El Principio Precautorio y el desarrollo de las comunidades locales deben ser factores determinantes para el futuro de sus territorios y deben ser pilares para pensar políticas.

En el contexto planteado debemos fortalecer ámbitos de confluencia en Nuestra América con el objetivo de frenar la profundización de un modelo conservador “extractivista”, a partir del fortalecimiento de caminos hacia la construcción de una plena soberanía. Porque soberanía no es solo garantizar las demandas básicas, sino tener el control sobre las fuentes de recursos naturales y la autonomía en la gestión de los mismos, en un marco de participación popular. Desde SADOP y FLATEC reafirmamos nuestro compromiso con ese camino de construcción cotidiana de soberanía y autodeterminación de los pueblos.

Notas Relacionadas