El negocio sojero se adueñó del campo argentino

La devaluación que produjo la crisis de la Convertibilidad, sumada al fuerte incremento de los precios internacionales de los commodities agrarios, inauguro un período para el campo Argentino que permitió no sólo restablecer la rentabilidad perdida en el período anterior, sino también obtener los márgenes de ganancias probablemente más altos de los últimos tiempos.

05 de Agosto 2014

La devaluación que produjo la crisis de la Convertibilidad, sumada al fuerte incremento de los precios internacionales de los commodities agrarios, inauguro un período para el campo Argentino que permitió no sólo restablecer la rentabilidad perdida en el período anterior, sino también obtener los márgenes de ganancias probablemente más altos de los últimos tiempos.

Este fenómeno se vio reflejado en el fuerte incremento del valor de la tierra en la región pampeana, cuyo precio expresa la rentabilidad del sector y el proceso de capitalización de los productores. Según los datos de la Compañía Argentina de Tierras, en el período junio 2004 a julio 2014, el precio por hectárea en la provincia de Buenos Aires, zona núcleo,  pasó de U$S 5500 a  U$S 16 mil y en la cuenca del Río Salado de U$S 600, aproximadamente, a U$S 2850. En la zona núcleo, donde se dan los mayores rendimientos de soja, maíz y trigo, el precio en dólares de la hectárea se multiplicó por tres, y en la cuenca del Salado, zona de cría por excelencia, por cuatro.

A pesar del dinamismo que adquirió el sector agrario en ese período, sus principales dirigentes  acusan al Gobierno de haber oprimido su potencial productivo. Esta retórica quedó reflejada en el discurso de  Luis Miguel Etchevehere en la apertura de la exposición rural de Palermo.  En ella el presidente de La Sociedad Rural lanzó durísimas críticas al gobierno nacional planteando que "este proyecto no tiene alma" y afirmando que "este período no es la década ganada sino que es la década depredada, abogando por 'cambiar el rumbo' de forma urgente".

La afirmación del representante de la oligarquía terrateniente fue respaldada con datos de ganadería, lechería y ovina, pero omitiendo en absoluto referirse a los sectores dinámicos del sector agrario; centralmente evitó referirse a la evolución del complejo oleaginoso y al negocio sojero. Tampoco tuvo en cuenta las torres que se construyeron con la renta de ese enorme negocio. Los números de la ganadería y lechería presentados en el discurso reflejan ciertamente las dificultades y la poca expansión que han tenido estos sectores, y probablemente las dificultades que están atravesando distintas economías regionales.

El discurso ruralista es consistente con la ideología liberal-conservadora que históricamente representa al sector terrateniente y oculta que la situación problemática de la ganadería vacuna no es atribuible a la intervención excesiva del Gobierno sino no a los desequilibrios que genera el propio funcionamiento del mercado.

Mientras que entre el año 2002-2012 la producción de carnes y leches no ha tenido un aumento sustancial en su producción la producción de soja se incrementó en un 60%, la superficie agraria sembrada aumentó un 30% y las exportaciones del complejo pasaron de U$S 10 mil millones a más de U$S 30 mil. Gran parte de este fuerte incremento de la producción y las exportaciones del complejo agropecuario se explican por la dinámica sojera dada la mayor rentabilidad relativa que presenta este cultivo que no sólo creció sino que desplazó a las actividades que la Sociedad rural presenta como críticas. Es decir, hoy en muchas regiones del país (aquellas donde las actividades agrarias compiten por el uso de la tierra), no es económicamente rentable producir carne (centralmente el proceso de invernación) o leche, frente a las ganancias extraordinarias que presenta la exportación de soja.

Este punto fue discutido durante el llamado conflicto agrario, pues el aumento de las retenciones no solo habría equiparado las rentabilidades relativas de las distintas actividades, sino también reducido el costo de producción para aquellas actividades que insumen estos productos dentro de su proceso de producción, tales como la ganadería y lechería. A su vez, la menor rentabilidad del núcleo agrario también hubiera inducido a la baja los arrendamientos de la tierra, que son un costo muy importante para una amplia variedad de producciones locales. Los impulsores de la resolución 125 (y sus retenciones diferenciales) proponían  esta medida como medio para generar un mayor equilibrio productivo.

Sin embargo, más allá de la función específica de las retenciones, la Sociedad Rural y los principales representantes del campo, lejos de plantear esquemas de regulación que ayuden a solucionar este problema, plantean ante todo eliminar las retenciones y bajar la "excesiva presión fiscal". Probablemente una medida que no haría más que profundizar los desequilibrios que genera el mismo mercado y alimentar a un negocio que se acerca más al mundo financiero que a "un campo para todos".

Por Pilar Palmieri
Fuente: Tiempo Argentino

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