Las elecciones en Brasil ponen en juego el orden regional

Si el Partido de los Trabajadores logra el cuarto período de gobierno debería afrontar cambios en la actual estructura de poder. Democratización de medios, consolidación de las pymes y profundización de la política redistributiva iniciada en 2003.

03 de Septiembre 2014

De acuerdo con algunos de sus propios funcionarios (Barbosa y Pereira, 2010), durante los primeros ocho años del PT en el poder, Lula  intentó forjar un proyecto de desarrollo que sirviera de “transición” entre el neoliberalismo y un “desarrollismo progresista”.

Para ello se apoyó en la herencia de su antecesor (Cardoso 1995-2002) respetando al sector financiero (altas tasas de interés para atraer capitales), manteniendo el orden fiscal y comercial (superávit gemelos) y conteniendo los precios vía un esquema de metas de inflación (“pagando” con menos crecimiento económico). Esas políticas fueron combinadas con la masificación de planes de transferencias de fondos (Bolsa Familia y Hambre Cero) y paulatinas mejoras en salarios mínimos y medios, en un contexto de crecimiento económico que permitió la reelección de Lula en 2006.

En su segundo mandato aceleró el crecimiento económico y disminuyó la desigualdad brasilera, una de las más elevadas del mundo. Cuando se disparó la crisis de 2009, Lula no frenó el crédito sino que evitó la recesión con políticas anti cíclicas.

Durante el tercer período de gobierno del PT,  Dilma Rousseff continuó mejorando la distribución del ingreso, dio curso a cierta  movilidad social ascendente absorbiendo una enorme masa de sectores muy pobres y lanzó el plan de inversiones “Programa de Aceleración del Crecimiento.”

En la política regional Brasil apoyó los reclamos soberanos de Argentina (Malvinas), repudió los golpes de estado en la región (Paraguay), propició el ingreso de Venezuela al Mercosur y fue motor de la Unasur.

A pesar de los avances, falta modificar la distribución del ingreso y democratizar a la sociedad brasileña. La hegemonía financiera, el modelo de agro negocios y la concentración mediática (Sader), son materias pendientes y la apuesta por BRICS pareciera haber desplazado al Mercosur de la agenda (el Banco del Sur duerme en los cajones del parlamento en Brasilia).

GEOPOLÍTICA ELECTORAL. En la contienda electoral no hay en juego sólo figuras, también modelos. Los dos partidos que dominaron la escena desde 1994 a la fecha han sido el PT y el PSDB. Este último, de origen socialdemócrata, fue transformándose en un partido neoliberal, con los gobiernos de Cardoso en los ’90 y las candidaturas de Serra (2006, 2010) y Aecio Neves en la actualidad.

La orientación externa del PSDB es clara. Neves declaró que su presidencia sería la encargada de sacar a Brasil del Mercosur y llevarla al Bloque de la Alianza Pacífico (comandado por EE UU e integrado por el bloque neoliberal formado por México, Panamá, Colombia, Perú y Chile). Los principales medios de comunicación (la Red Globo, Folha de Sao Paulo) han apoyado al PSDB en todos sus intentos anteriores. Detrás de esos medios hay grupos económicos representativos de los intereses conservadores que explican el suicidio de Vargas (1954) y el Golpe Militar contra Goulart (1964).

Las consecuencias sobre la integración latinoamericana serían catastróficas. Después de años de construcción de mecanismos de integración regional como Mercosur, la Unasur, la CELAC y el ALBA (aún cuando Brasil y Argentina no hayan dado el paso decisivo para incorporarse a esta opción),  la retirada brasileña sería un toque de muerte. Ni más ni menos que aplazar la Segunda Independencia y regresar al Consenso de Washington.

Con la muerte de Campos, tercero en discordia, Marina Silva asumió la candidatura presidencial por el PSB, potenciando velozmente sus posibilidades gracias a la percepción de que su figura encarna con mayor fidelidad las demandas de las protestas de 2013. Esos reclamos, en muchos casos democráticos y progresistas y en otros directamente reaccionarios, presentan a Silva como sumamente crítica del agro negocio y ambientalista (fue ministra de medio ambiente de Lula) pero  sostenida ahora por agro exportadores del nordeste de Brasil; impulsora de derechos y a la vez extremadamente conservadora por su raíz evangélica; asociada a los reclamos de la izquierda pero aliada a partidos y figuras neoliberales como Alckim que la han llevado a tender puentes con Aecio Neves en caso de llegar a una segunda vuelta. Ya cuenta con el apoyo de los medios hegemónicos que se saben perdedores con Neves y comienzan a reagrupar grandes empresas como las nucleadas en el Consejo Empresarial Brasileño para el Desarrollo Sustentable (CEBDS), integrado por gigantes translatinas como Vale.

El PT puede escoger el sentido progresivo y terminar con la hegemonía financiera, impulsar el desarrollo industrial y pyme (principal aliado del bloque de poder que apuesta por Mercosur y BRICS y dinamizar los mecanismos de integración regional, entre ellos Banco del Sur, Gasoducto del Sur, Tren del Sur y transacciones en monedas locales.

La opción de mantener el “piloto automático” ya no alcanza para permitir el crecimiento con redistribución del ingreso (Marques y Nakatani, 2014) y el peligro de “no embestir” puede ser mayor al de sostener el esquema actual. Mientras, las miradas estarán puestas en una elecciones que definirán buena parte del futuro de la Patria Grande.

Por Leandro Bona

Fuente: Tiempo Agentino

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