La crisis económica mundial favoreció la concentración de la riqueza, no obstante lo cual los países de América Latina han podido sortear ese período con una tendencia a la reducción de las desigualdades.
Los números presentados días atrás en el informe de la Oxfam demuestran que entre los años 2009 y 2014, el uno por ciento de la población más rica del mundo ha visto duplicar su riqueza. En el año 2009 este pequeño grupo tenía una riqueza que equivale a los ingresos del 44% de la población más pobre, pero esta relación ascendió al 48% en 2014 y –si la tendencia continúa– será del 50% 2016.
La concentración del ingreso y el aumento de la desigualdad no son procesos nuevos, sino que forman parte de una tendencia dominante del capitalismo desde la consolidación del paradigma neoliberal. Bajo este modelo los sistemas tributarios han perdido gran parte de su capacidad redistributiva, el trabajo parece tener cada vez una remuneración por debajo de la de su productividad y el Estado de bienestar se ha visto debilitado, cuando no cancelado.
De hecho, desde la década de los años ’70 la desigualdad en los países más ricos creció significativamente, especialmente en Estados Unidos, la economía más grande del mundo. En este país el índice de Gini, uno de los indicadores más utilizados para medir la desigualdad, cuyo valor oscila entre 0 (máxima equidad) y 1 (máxima desigualdad), pasó de 0,36 a mediados de los años ’80 a 0,41 en 2013.
En este contexto, América Latina, una de las regiones más desiguales del planeta, ha visto mejorar significativamente a partir de los primeros años del siglo XXI sus niveles de igualdad en la distribución de ingresos.
Según los últimos datos publicados por la Cepal en su informe de Panorama Social de América Latina, entre los años 2002 y 2013 el Gini promedio de la región pasó de 0,542 a 0,486. A su vez, en la mayoría de los países esta mejora en los niveles de distribución tendió a ser más fuerte entre 2008 y 2013 que en el período que va de 2002 a 2008, es decir que luego de la crisis financiera –y en el marco de una importante desaceleración de la actividad económica mundial– se mantuvo la tendencia a la reducción de la desigualdad.
Entre 2008 y 2013 la participación del 20% de los hogares más pobres en el ingreso total se incrementó, pasando en promedio del 5,2% al 5,6% del total, mientras que entre 2000 y 2010, en EE UU la participación del 20% más pobre bajó del 5,3% al 4,7 por ciento.
Gran parte de esta contra tendencia, en un mundo liberal donde las fuerzas de mercado presionan hacia la concentración de ingreso, podemos encontrarla en los gobiernos populares, que han impulsado una fuerte intervención estatal en políticas de ingreso, un aumento del gasto público social y la recuperación de servicios básicos y estratégicos para el desarrollo con equidad.
Por Pilar Palmieri
Fuente: Diario Tiempo Argentino, Suplemento TyE