La escuela en el centro de la escena

América latina, y especialmente América del Sur, parecieran constituirse en el presente en una alternativa contrahegemónica al avance y monopolio absoluto del capitalismo neoliberal. Cabría preguntarse en este marco, entonces, cuál es el papel que juega la educación en la construcción de estas alternativas emergentes.

09 de Febrero 2015

DRA. EMILCE MOLER*

Tal como nos decía Paulo Freire, “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Es decir, la educación no puede por sí sola transformar el mundo, pero sí puede incidir en la transformación de las conciencias de los sujetos que transformarán el mundo. De esta manera se comprende que la educación no es todopoderosa, pero tampoco es una instancia neutral o cuya única función social sea la reproducción del status quo.El filósofo y teólogo brasileño Frei Betto, retomando el planteo de raíz freireano, nos propone pensar a la educación como un frente de lucha.

La historia de la educación latinoamericana, y la argentina en particular, da cuenta de múltiples alternativas pedagógicas que pretenden interpelar y modificar la racionalidad positivista y normalista imperante en nuestras escuelas.

La educación popular, entendida como una pedagogía fundamental, no puede seguir pensándose como una práctica alternativa; los docentes, no deben ser otra cosa sino educadores populares.

Pero no se trata de desconocer la enorme tradición educativa argentina, ni de asumir una prédica refundacional. El quid pro quo no reside en eliminar a esa “vieja vaca sagrada” (que según términos de Ivan Illich sería la escuela), sino en transformar esta institución, incorporar prácticas y principios de la educación popular, dejar de entender a la escuela como un establecimiento que sólo debe proveer contenidos, y asumirla como un territorio de encuentro, en el marco de la construcción de nuevas conciencias ciudadanas que favorezcan procesos de liberación y transformación social en pos de mayores niveles de justicia social.

Cuando Frei Beto se interroga sobre qué faltó en educación para ir más allá de la transmisión cultural, nos interpela sobre lo que faltó en nuestro país para que los cambios realizados en materia educativa en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner estén profundamente consolidados.Cuáles son las características que las instituciones educativas deben desarrollar para que se cumplimente todo el marco normativo (ver recuadro) que en los últimos años ha sido sancionado y que significa un importante progreso para afianzar los derechos de nuestro pueblo.

Establecer los acuerdos sobre cuáles son esas transformaciones, que respeten los valores culturales, con miradas federales, acorde a nuestro proyecto político de país, son los debates que aún debemos promover.
Con el encuentro Nuevos Desafíos de la Educación (octubre 2014) intentamos avanzar en ese camino.

LA FORMA Y EL FONDO. Las escuelas se han ido transformado. Sería necio decir que la escuela de hoy es igual a la del mitrismo del siglo XX. Lo que está subyacente en el reclamo de transformaciones es que estos cambios quizás no afectaron a la matriz profunda de la institución.

Sin embargo,hay que ser cuidadosos porque muchas veces nos quedamos con el barniz del “formato” en el reclamo de los cambios, asignándole todos los males a la escuela tradicional porque conserva sus formatos escolares tradicionales; y otorgándole todos los beneficios a experiencias de innovación pedagógicas que los modifican. La pregunta es: ¿cuánto influye realmente el formato escolar en frenar las transformaciones sustanciales? Seguramente se deben revisar prácticas y es deseable que así se haga, como las que aún en muchas escuelas se practican, tales como: formar a los chicos en fila, de menor a mayor; repitiendo cánticos o frases para saludar a los símbolos patrios mientras la atención de los niños decae; actos escolares que reproducen discursos premoldeados y repetitivos, sólo estar en la escuela en “horario escolar”, entre otros. Pero considerar que sólo estos cambios van a permitir las verdaderas transformaciones, sería simplificar el tema.

M’HIJO EL DOTOR. El ideario escolar está atravesado por una visión meritocrática, según la cual el esfuerzo individual redunda en la posibilidad de una mejor posición social.

La experiencia educativa como un camino en solitario,donde la voluntad de las personas es la que motoriza el “éxito o el fracaso” en la trayectoria educativa, dejando de lado el peso vincular que tiene la experiencia educativa.Dicho en otros términos, ascenso social con base en el esfuerzo individual;un esfuerzo que el neoliberalismo convirtió en “pisar la cabeza” del otro, para poder levantar más alto la propia. A cada paso que damos, nos encontramos con las severas consecuencias sociales de este tipo de representaciones, con la violencia institucional, la estigmatización de los jóvenes,la discriminación, entre muchas otras.
Cómo hacemos para que los futuros graduados de las nuevas Universidades Nacionales, que son primera generación de universitarios, sean profesionales comprometidos en la lucha contra las distintas formas de inequidades.

Las inversiones en infraestructura y presupuesto educativo, son condiciones necesarias pero no suficientes. Debe haber una fuerte intervención en los discursos, prácticas y nuevos esquemas institucionales.

Pensar y construir nuevos ordenamientos éticos –que confronte al neoliberalismo– requiere y precisa de nuevos modelos educativos.
Nuevos sentidos para la vinculación entre educación y ciudadanía, y entre educación y trabajo.Como toda transformación impulsada desde el Estado, lleva consigo el enorme desafío de transformar sobre y con lo existente.

LA ESCUELA: ¿TEMPLO DEL SABER? En su conferencia en La Habana, Frei Betto nos estimula a pensar en la formación de ciudadanos críticos, sujetos protagonistas de sus propios destinos y de los futuros que se avizoran. Paralelamente, nos invita a reflexionar sobre una educación cooperativa.

En este sentido resulta de interés pensar qué tipo de educación para el trabajo requiere nuestra sociedad en el presente.

Países como Bolivia o Ecuador, por ejemplo, en parte por su fuerte herencia y presente inscriptas en las cosmovisiones originarias, han promovido y fortalecido la organización cooperativa. Dichos países han sabido comprender tempranamente que trabajo no es sinónimo de empleo, sino que por el contrario el trabajo es la actividad creadora del hombre en la transformación de su medio, por recordar fugaz –y esperemos que no tan banalmente– a Karl Marx.

Mientras en algunas partes de nuestro continente el discurso de la formación en competencias desde la escuela, o el formarse en el ámbito privado se fortalecen, en nuestro país numerosos movimientos sociales, organizaciones de la sociedad civil, sindicatos y otros actores promueven la construcción de nuevos lazos de solidaridad, convencidos que “el sálvese quien pueda” es poco eficiente a la hora de pensar un mundo inclusivo para todos y todas.

Frei Betto nos habla de una escuela que trascienda los muros.
Pero una escuela de puertas abiertas no es un molinete para entrar y salir, sino que implica romper con la visión de la escuela como templo para la trasmisión del saber; para sostener que todos tenemos saberes que circulan, se articulan, se entrelazan y nos enriquecen a unos y otros.
¿TRANSFORMAR O REFUNDAR? Para concluir, la propuesta de Frei Betto de ir más allá de la escolaridad, dada la tradición educativa argentina, implica en nuestro aquí y ahora repensarla, rediseñarla, buscarle nuevos sentidos y finalidades. Sería erróneo pensar en la escuela sólo como mero aparato ideológico del Estado reproductor del statu quo, la escuela pública argentina porta asimismo una tradición de democratización de las posibilidades y condiciones de vida de millones de niños, niñas y adolescentes.

Será necesario animarnos como sociedad a consensuar socialmente, a repensar la institución escuela más allá de las cuatro paredes del edificio y de los roles tradicionales que cumplen “el que enseña y el que aprende”. Que involucre a distintos actores sociales y territoriales para ampliar la visión crítica y liberadora que el acto educativo –como sinónimo de acto formador, liberador, transformador– conlleva en sí mismo. Es un imperativo de los actores sociales y políticos crear espacios de diálogo colectivo, plural y heterogéneo, donde se analicen qué subjetividades queremos promover y qué tipo de identidades buscamos formar.De este modo, transitamos hacia un horizonte de esperanzas de cambio social con la escuela en el centro de la escena.

* Directora del Grupo de Investigación en Enseñanza de la Matemática.
Universidad Nacional de Mar del Plata. Colaboración de Natalia Peluso, Ariadna Abritta, Cristina Tucci (Investigadoras del equipo Appeal, FFyL, UBA). 

Fuente: Miradas al Sur

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