En estas últimas semanas los medios de comunicación mundial nos vienen mostrando imágenes más que duras de la realidad y las vivencias de los desplazados que intentan llegar a Europa huyendo de las atrocidades que el conflicto bélico está produciendo en Siria. Aquí un análisis sobre el tema.
Por Rafael Julio Guirado
Secretario de Relaciones Internacionales
SADOP – CDN
En estas últimas semanas los medios de comunicación mundial nos vienen mostrando imágenes más que duras de la realidad y las vivencias de los desplazados que intentan llegar a Europa huyendo de las atrocidades que el conflicto bélico está produciendo en Siria. Este escenario bélico se inicia hace más de cinco años, inscribiéndose como la última fase de la Primavera Árabe, iniciada en Túnez con la “revolución de los Jazmines” y que se extendió por todo el Magreb (norte de África); ocasionando, entre otras consecuencias, la caída violenta de Muhammad Kadafi en Libia y de Hosni Mubarak en Egipto.
Siria presentaba, por esa época, todas las condiciones políticas como para que el efecto de estos teóricos "nuevos aires democráticos" también se produjeran. Tengamos en cuenta que Bashar al Asad, presidente de Siria, es el sucesor en la presidencia de su propio padre Hafez al-Asad, fundador del Partido Baath Árabe Socialista de Siria.
Esta "Primavera Árabe", que fue indiscutiblemente promovida y fogoneada por los países centrales europeos y Estados Unidos, específicamente por los miembros de la OTAN; participantes activos en el conflicto de Libia que terminó con la vida de Muhammad Kadafi, no trajo ni produjo los "nuevos aires democráticos" que los medios globales de comunicación trataron de vendernos. Hoy, nadie habla de la realidad de Túnez ni de Argelia. Nada cambió sustancialmente. En rigor nada cambió con la excepción de los grupos de poder, que responden más que nunca a los designios de los países centrales. Países que se propusieron frenar el ingreso de inmigrantes del norte de África a Europa, especialmente a las viejas metrópolis coloniales y en verdad lo único que lograron fue detener el crecimiento propio de estos países incrementando la dependencia y aumentando la desesperación de los pueblos, que se evidencia en el acrecentamiento de las migraciones hacia Europa.
Un capítulo importante y el más sangriento fue el de Libia. Historia que sigue con final abierto. Conflicto bélico protagonizado centralmente por "contratistas internacionales" (así denominados ahora a los que en otras épocas se llamaban tropas mercenarias o soldados de fortuna). Estos contratistas, respondían a empresas holandesas y sudafricanas (surgidas estas últimas luego de la caída del apartheid) y que sirvieron a los organismos de inteligencia de los países centrales; combatiendo en tierra, mientras los miembros de la OTAN se encargaron de los bombardeos aéreos y navales desde el golfo de Sidra. La razón de este ensañamiento con Libia no fue la excusa que siempre esgrimieron: la plena vida democrática de la población. La población nunca les importó ni les importará. Uno de los objetivos en Libia fue el petróleo. De esta manera, tomaron el control absoluto, de los yacimientos, las empresas europeas y americanas. El agua, fue el segundo objetivo, con la explotación del acuífero de Nubia, que es el mayor del mundo, pero no es recargable. Veamos claramente la realidad: si bien a Europa le faltan los energéticos (petróleo y gas) lo que más está padeciendo es la falta de agua: Europa se seca y no hay manera natural de que esto se revierta.
Así Libia dejo de ser el país de África con el mayor ingreso per cápita. Éste, en la era Kadafi, era de U$S 60.000,00 por año, por habitante, con una estructura de seguridad social y estabilidad laboral que muy pocos países europeos (de los centrales) pudieron lograr después de la Segunda Guerra. Políticamente se había logrado estabilidad y acuerdo entre las seis tribus beréberes Magrebíes que conforman el territorio. Hoy, inmersos en una guerra civil interminable, los países centrales apuntan a la división del país en el viejo formato colonial: Cirenaica, Tripolitania y Fezzan.
La vieja distribución colonial de Libia
Esta cruda realidad que está pesando en la región del cercano y medio Oriente, desde hace más de 60 años, se ha convertido en un escenario continuo de guerra desde los últimos quince. Desde la invasión de Iraq, luego del final de la guerra con Irán, siempre nos la han vendido, los grandes multimedios mundiales de comunicación, como una cuestión religiosa entre chiitas y sunitas, los dos grupos religiosos que componen el Islam; o como una cuestión de falta de democracia, con pueblos dominados por dictadores (situación que en muchos lugares no deja de ser cierta), pero que en rigor son auspiciadas por las monarquías saudíes y kuwaitíes, familiares entre ellos, cuyo único interés es lograr el control político de la región junto a sus socios europeos y americanos de la OTAN.
Cabe preguntarse: ¿Quién controla hoy Siria?
Siria es la realidad que hoy nos toca vivenciar. El Estado Islámico (ISIS) es otro producto armado artificialmente por los organismos de inteligencia, sostenido económicamente por las monarquías sunitas y conformado por contratistas internacionales que lo que menos tienen es la intención de constituir un estado fundamentalista Islámico independiente.
El objetivo es otro: crear una zona donde, con la excusa del fundamentalismo, se expulsa a la población obligándola a una diáspora que los lleva a desplazarse hacia zonas más tranquilas. En definitiva, la meta es llegar a los países centrales de Europa. Poblaciones enteras han recorrido el norte de Siria y toda Turquía. Se han desplazado, por distintos medios, desde los puertos turcos del Egeo y han llegado a las puertas de Europa, ingresando por Grecia y a través de los Balcanes a la Europa Central. Hoy, el problema de la guerra en Siria, lo tienen Bulgaria, Hungría y Austria. Esta migración forzada de familias enteras, las que han sufrido las pérdidas de muchos de sus seres queridos en esta travesía desesperada, se han mostrado con la crudeza propia de las cadenas mediáticas a las que solo les interesa vender la noticia y no presentar la realidad que estos ciudadanos sirios, kurdos e iraquíes están viviendo y sufriendo. Hay otro aspecto, que tampoco nadie dice, estos migrantes forzados y tildados de refugiados ilegales por Europa, son en su gran mayoría profesionales y trabajadores, muchos de ellos calificados, que han dejado todo lo suyo para tratar de salvar sus vidas y las de sus familias. No son indigentes ni migrantes ilegales, son seres humanos sometidos al horror de una guerra cuyo objetivo era éste: sacarse a la población de encima, por cualquier medio, y quedarse con el territorio. Un territorio que es un paso privilegiado desde el mar Arábigo al mar Negro, ahorrando flete para el transporte de combustibles. Más barato y más rápido, que el transporte marítimo, es el transporte por poliductos. Esto ya pasó en Libia, con las muertes que se produjeron en el Mediterráneo y la llegada de las familias libias a Lampedusa, en Sicilia. Aquí los que ganan, con esta miseria, son las organizaciones de traficantes de personas, a quienes no les importa la vida de los migrantes.
Esto no deja de ser una forma de limpieza étnica. Algo que ya hicieron en toda África luego de las caídas de las metrópolis coloniales. El ejemplo más cercano fue Sudan, al que dividieron para poder explotarlo mejor.
No nos dejemos engañar por los cantos de sirena, los europeos incursionaron en África y Asia buscando la ruta alternativa a las Indias. Los magrebíes y los sirios, libaneses y palestinos no son inmigrantes ilegales. Esta calificación es la que pretenden vendernos las corporaciones mediáticas. Seamos conscientes, observemos, leamos, informémonos, éste conflicto no ha terminado... lo seguiremos analizando... Por eso, este informe tiene un final abierto.