2016-10-17
Por Mario Almirón - Secretario General SADOP
Buena parte de nuestro pueblo ha pasado en algún momento de su vida por el sistema educativo nacional. Aunque no todos -y esa es una gran deuda de nuestra querida democracia- sí la mayoría de los habitantes de esta bendita tierra hemos tenido oportunidad de ser estudiantes y muchos también, ya adultos, ser docentes o continuar en contacto con las escuelas mediante nuestros hijos.
Es larga y muy rica la historia de nuestro sistema educativo.
Ya en 1602 un personaje tan significativo como Francisco de Vitoria abrió una escuela en la Ciudad de Buenos Aires. En 1613 con apoyo del Obispo Fernando Trejo y Sanabria fue fundada la Universidad Jesuítica de Córdoba, la más antigua del país y una de las primeras de América. Vértiz y Sobremonte dispusieron que cada Cabildo crease y sostuviese un establecimiento de enseñanza. A ello se debe la fundación del Colegio San Carlos, donde se educaron Saavedra, Belgrano y Moreno, entre otros patriotas.
Belgrano creó las escuelas de orientación práctica, Geometría, Dibujo, Arquitectura y Perspectiva, Naútica y Matemáticas. Moreno organizó la Biblioteca Nacional. Luego de 1810 las llamadas "Escuelas del Rey" cambiaron su nombre por el de "Escuelas de la Patria". El 12 de agosto de 1821 se inauguró la Universidad de Buenos Aires. Avellaneda y sobre todo Sarmiento dedicaron sus mayores esfuerzos a la educación, generando una obra que aún perdura.
En 1946 el país tenía un déficit de diez mil escuelas aproximadamente. El Gobierno de Juan Domingo Perón, pobló de escuelas el país, inaugurando una por día, durante largo tiempo. Decía el tres veces electo presidente de nuestra Patria: "Nosotros, que amamos profundamente a nuestro pueblo, le queremos tan educado y tan instruido como lo sentimos heroico". En 1947 el Gobierno Nacional sanciona el Estatuto de los docentes particulares, sin protección legal alguna hasta ese momento.
Gracias al trabajo y a la voluntad de miles de docentes, Argentina tiene un sistema educativo nacional que constituye -sin dudas- un "activo social" enorme (quizás el más grande) de nuestra Patria.
En cada uno de los infinitos esfuerzos de las maestras jardineras, las de grado, los profesores y preceptores del secundario, los secretarios y bibliotecarios, los docentes de nivel superior (terciarios y universitarios) puede verse la matriz que da sentido a uno de los sistemas educativos más desarrollados de Latinoamérica.
Se ha dicho que:
"los grandes pueblos son solo aquellos que quieren serlo".
La voluntad de ser "Nación" y "pueblo organizado" se ponen de manifiesto todas las mañanas, todos los días, cuando cada uno de los trabajadores docentes emprende su jornada con tesón, dejando en su tarea algo más que esfuerzo intelectual y físico. Ponen su corazón, sus sentimientos y su alma en lo que hacen. Lo hacen con sentido de profunda construcción, intentando ser sembradores de esperanza, ampliar los horizontes con la idea de la trascendencia, ante tantos profetas de calamidades que abundan en los medios masivos de comunicación social.
Como diría Alberto Vaccarezza en sus geniales "Recetas para la felicidad":
"El optimismo es la fe
que nos ayuda a vivir
a trabajar y a cumplir
cuando uno así se promete,
y el pesimismo el ariete
que no hace más que destruir..
Pero para ser alegres
no basta la voluntad
si el calor de la bondad
no nos imprime su sello
y carecemos para ello
de íntima conformidad
De modo que no esperemos
que nuestra felicidad
venga importada de allá
donde mira la Antipatria
pues todo está en nuestra patria
y en nuestra capacidad..."
Ya lo sabemos de sobra los docentes. Soplan fuertes vientos contra la educación y los educadores en nuestra Patria. SADOP los ha denunciado con toda claridad y precisión. Vientos neoliberales que traen maltrato a las personas que ejercemos el noble oficio de ser docentes. Negativas a reconocer que nuestro salario es injusto por insuficiente. Falta de estabilidad; inadecuada protección contra el despido arbitrario; falta de participación en las decisiones; cuestionamientos a nuestra autoridad pedagógica; dificultades para ejercer nuestras libertades como trabajadores en el plano gremial; atropello a los docentes jubilados actuales y futuros. Todo ello es sabido, conocido y padecido por nuestro gremio.
Pero los docentes nucleados en SADOP somos fuertes, No nos falta fuerza, aliento voluntad, criterio y capacidad de lucha. Ya hemos demostrado más de una vez que no habrá quien obstruya nuestra marcha (lenta quizás pero sostenida) hacia una vida más digna, más próspera, y más feliz.
En el "cofre de nuestra alma" se encierra el bien. No ostentamos de ello. No alardeamos de nada. Pero en cada materia que dictamos, en cada clase que damos, en cada lucha del gremio, se guarda un poco de la entraña de nuestra Patria. Somos y seremos fieles custodios de ese tesoro. Feliz destino el de ser sembradores de futuro y esperanza.