El pensamiento geopolítico del Papa Francisco

La decisión de la Iglesia Católica de designar al Cardenal Jorge Bergoglio como Papa, constituye un acontecimiento epocal. Es una decisión extraordinaria tanto desde el punto de vista religioso como político. Decisión que pone a todo analista de la política internacional frente a la ineludible necesidad de conocer el pensamiento geopolítico profundo del hombre que conducirá los destinos de uno de los más importantes actores del gran tablero mundial.

La Tiza 57 // 29 de Agosto 2013
Política Internacional

Por Marcelo Gullo

Doctor en Ciencias Políticas, Asesor de FLATEC y Profesor de la Universidad Nacional de Lanús

 

La gran novedad histórica es que el pensamiento geopolítico del nuevo Gran Timonel de la Barca de San Pedro encuentra sus raíces más profundas en el nacionalismo popular latinoamericano de Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Juan Domingo Perón y Alberto Methol Ferré. Jorge Bergoglio se formó, desde su juventud, en la doctrina peronista, y en la frecuente lectura de los artículos y libros del ensayista montevideano Methol Ferré. Conformado de esa manera, el pensamiento geopolítico del Papa Francisco –tal como él mismo lo expresara cuando era Obispo de Buenos Aires, en reiteradas ocasiones– gira en torno a la “idea fuerza” de la construcción de la Unidad de la América del Sur en el marco de un mundo multipolar que logre frenar la “concepción imperial de la globalización” sostenida por el mundo anglosajón.

El Papa Francisco es perfectamente consciente que en el Viejo Continente, hace tiempo que Dios ha muerto, que los templos dejaron de ser los lugares de Fe para convertirse en sitios de paso turístico o simples museos, que las únicas catedrales son los bancos y que los únicos valores que cuentan son los que se cotizan en la bolsa de Londres o Frankfurt. La única búsqueda de hombres y mujeres “posmodernos”, es la de un decadente hedonismo, vendido de manera procaz como fruto de la “evolución de los tiempos” cuando, en realidad, se trata de una mera forma de expresión de la ausencia de valores reales y es fruto de la acción de oscuros poderes a los que cada vez les cuesta menos dominar a los hombres “distraídos” de lo esencial y, consecuentemente, cada vez “más manipulables y carentes de libertad”. De esa apreciación de la realidad, el Papa Francisco extrae una premisa fundamental que constituye la piedra angular de  todo su pensamiento religioso y geopolítico: en el Siglo XXI “el destino de los pueblos latinoamericanos y el destino de la catolicidad están íntimamente vinculados”[ii].

 

“Solos no iremos a ninguna parte”

De los numerosos escritos del Cardenal Bergoglio, el más importante desde el punto de vista geopolítico es el prólogo que en abril del año 2005 escribió para el libro del ensayista uruguayo Guzmán Carriquiry: Una apuesta por América Latina.

Resulta entonces imprescindible analizar y transcribir las partes más sustanciales de dicho escrito, para poder avizorar los tiempos geopolíticos por venir. Es en dicho prólogo que el Cardenal Bergoglio desarrolla explícitamente la idea ugartiana de la Patria Grande, e implícitamente la idea peronista de la necesidad de una tercera posición entre el comunismo totalitario y el capitalismo salvaje. Al respecto, afirma Bergoglio: “Poco tiempo después del derrumbe del imperio totalitario del ‘socialismo real’… el resurgido recetario neoliberal del capitalismo vencedor, alimentado por la utopía del mercado autorregulado, demostraba también todas sus contradicciones”[iii].

Si es esa la circunstancia ideológica en la que se desenvuelve la vida de las naciones, según el Cardenal Bergoglio importa destacar también: “En las próximas dos décadas América Latina se jugará el protagonismo en las grandes batallas que se perfilan en el Siglo XXI y su lugar en el nuevo orden mundial en ciernes”[iv].

En ese nuevo orden en ciernes –subraya– la única posibilidad que tienen los países latinoamericanos de alcanzar el desarrollo económico y la autonomía política pasa, inevitablemente, por la construcción de una Patria Grande Latinoamericana. Es por eso que afirma: “Ante todo se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana. Solos, separados, contamos muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería un callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales”[v].

El Cardenal Bergoglio continúa su análisis afirmando que, ante un escenario internacional

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que se presenta como dramático, América Latina debe, desde un realismo pragmático –aunque sin olvidar o traicionar sus ideales y raíces culturales– elaborar “un nuevo paradigma de desarrollo autosostenido”. Su pensamiento está basado en el realismo político, y precisamente por ello importa resaltar que el Papa Francisco es perfectamente consciente del escaso margen de maniobra que, en el actual escenario internacional, tiene América Latina para llevar adelante una política tendiente a lograr la Justicia Social, la Soberanía Política y la Independencia Económica. En tal sentido, es que afirma: “América Latina puede y tiene que confrontarse, desde sus propios intereses e ideales, con las exigencias y retos de la globalización y los nuevos escenarios de la dramática convivencia mundial. A la vez, América Latina necesita explorar, con buena dosis de realismo pragmático –impuesto también por su propia vulnerabilidad y escasos márgenes de maniobra– nuevos paradigmas de desarrollo que sean capaces de suscitar una gama programática de acciones, un crecimiento económico autosostenido, significativo y persistente; un combate contra la pobreza y por mayor equidad en una región que cuenta con el lamentable primado de las mayores desigualdades sociales en todo el planeta”[vi]. Pero, sagazmente, a continuación advierte: “Nada de sólido y duradero podrá obtenerse si no viene forjado a través de una vasta tarea de educación, movilización y participación  constructiva de los pueblos”[vii].  

 

Ni socialismo totalitario ni ultraliberalismo individualista

El Cardenal Bergoglio avanza en su largo razonamiento geopolítico reafirmando el desafío de lograr la Unidad Política de la Patria Grande y la Justicia Social para sus pueblos. No podrá jamás lograrse ni resucitando anacrónicamente al socialismo totalitario, ni aceptando la propuesta imperial del ultraliberalismo individualista: “Los ingentes problemas y desafíos de la realidad latinoamericana no se pueden afrontar ni resolver reproponiendo viejas actitudes ideológicas tan anacrónicas como dañinas o propagando decadentes subproductos culturales del ultraliberalismo individualista y del hedonismo consumista de la sociedad del espectáculo”[viii].

 

Las dos caras del colonialismo cultural

Bergoglio culmina su extenso y sesudo razonamiento geopolítico afirmando que la solidez cultural de la América Latina –sin la cual no puede construirse ningún proyecto político realmente fuerte y realmente liberador de la dependencia– “es un patrimonio sujeto a una fuerte agresión y erosión”[ix].

Para el Cardenal Bergoglio no cabe duda alguna que la cultura del gran “pueblo continente”[x] –que se extiende desde el Río Grande a Tierra del Fuego– se encuentra asediada por dos corrientes del pensamiento débil que constituyen, en realidad –más allá de los disfraces y máscaras– las dos caras de una misma moneda: “el colonialismo cultural de los imperios”[xi].

En ese sentido, Bergoglio afirma: “Llama la atención constatar cómo la solidez de la cultura de los pueblos americanos está amenazada y debilitada fundamentalmente por dos corrientes del pensamiento débil. Una que podríamos llamar la concepción imperial de la globalización (según la cual), todos los pueblos deberían fusionarse en una uniformidad que anula la tensión entre las particularidades… Esta globalización constituye el totalitarismo más peligroso de la posmodernidad… La otra corriente amenazante es la que, en jerga cotidiana, podríamos llamar el ‘progresismo adolescente’. Este ‘progresismo adolescente’ configura el colonialismo cultural de los imperios y tiene relación con una concepción de la laicidad del Estado que más bien es laicismo militante. Estas dos posturas constituyen insidias antipopulares, antinacionales, antilatinoamericanas, aunque se disfracen, a veces, con máscaras progresistas”[xii].



Bergoglio, Jorge, Prólogo del libro Una apuesta por América Latina de Guzmán Carriquiry, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2005, pág. 10.

[ii] Ibíd., pág. 10.

[iii] Ibíd., pág. 7.

[iv] Ibíd., pág. 8.

[v] Ibíd., pág. 8.

[vi] Ibíd., pág. 8 y 9.

[vii] Ibíd., pág. 9.

[viii] Ibíd., pág. 10.

[ix] Ibíd., pág. 10.

[x] Orrego, Antenor, Pueblo Continente. Ensayos para una interpretación de la América Latina, Ed. Continente, Buenos Aires, 1957, pág. 73 a 75.

[xi] Bergoglio, Jorge, Op.Cit. pág. 10.

[xii] Ibíd., pág. 11.