2012-04-01
Con motivo de la conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, la Secretaría de Derechos Humanos de SADOP invita a promover y generar las herramientas pedagógicas necesarias a fin de que toda reflexión o actividad escolar posible no quede agotada ni circunscripta a un solo día. Como trabajadores de la educación, es un deber de todo docente preservar el recuerdo de esos años de plomo a la vez que resulta necesario alertar sobre algún hecho, por más sutil que éste pueda insinuarse, que vulnere las libertades individuales de las personas.
Por Secretaría de Derechos Humanos - SADOP Nación
A 36 años del golpe cívico militar que se instauró en nuestro país a partir del 24 de marzo de 1976, la secretaría de Derechos Humanos de SADOP invita a reflexionar sobre el sentido de esta conmemoración y –tal como propone el proyecto “El Umbral”– analizar la herencia que aquel aciago hecho histórico dejó en la sociedad argentina toda. La memoria propone reconocer lo ocurrido como un hito más dentro de la historia argentina y latinoamericana, signada por la lucha entre los proyectos de país que se pensaron aliados a las potencias extranjeras y aquellos que bregaron por la soberanía, por un desarrollo basado en nuestra autodeterminación como nación y como región. En este marco es que la Secretaría de Derechos Humanos entiende la defensa de los derechos humanos como un valor asociado a la autonomía de los pueblos y a la justicia social.
La dictadura impuesta en 1976 implicó la negación de esa soberanía, la profundización de la injusticia social y el cercenamiento de toda libertad. Para los trabajadores, la política económica implementada por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz resultó nefasta. Ya Rodolfo Walsh lo denunciaba en 1977, en su “Carta Abierta a la Junta Militar”: “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la ‘racionalización’”.
A pesar del terrorismo de Estado con el que pretendieron imponer las medidas económicas, cientos de trabajadores y militantes sindicales no se doblegaron y resistieron, sosteniendo lazos de solidaridad en el trabajo y el barrio, ayudando a los familiares de los perseguidos y presos, estudiando la realidad a fin de dar respuestas organizativas; en suma, intentando difundir lo que sucedía. Fue así que la lucha de los trabajadores se expresó en movilizaciones y huelgas que confluyeron con las de otras organizaciones sociales y políticas, hasta lograr derrotar a la dictadura y consolidar el retorno a la democracia. Es el caso de la gran movilización del 30 de marzo de 1982, verdadera gesta del Movimiento Obrero, fecha que debería figurar en los calendarios como evocación de la capacidad de respuesta del pueblo a la peor dictadura de su historia.
Esta experiencia, ciertamente dolorosa, ha dejado sin embargo ejemplos de perseverancia, de claridad en los ideales, de no claudicación. A partir de esa lucha se incorporó asimismo la concepción de derechos humanos como denominador simbólico insoslayable al momento de diseñar
políticas; es así que las organizaciones gremiales encausan sus acciones también desde esta perspectiva, entendiendo el derecho al trabajo como un principalísimo derecho humano, cuya vigencia asegura el goce de los llamados derechos económicos, sociales y culturales, aquellos orientados a lograr adecuadas condiciones de vida y el acceso plural e igualitario a bienes materiales y culturales. El trabajo digno garantiza el acceso a la alimentación, a la salud, a la educación, a la vivienda, a la vestimenta, a la protección de la familia; precisamente fueron estos derechos los que la dictadura vulneró a fuerza de represión y empobrecimiento, en su concepción miope de un país dependiente y achicado en función de la concentración de los principales grupos económicos.
La dura represión instalada para cumplir con estos cometidos fue sufrida por toda la población y particularmente por aquellos militantes que se oponían al régimen dictatorial. Los crímenes de la dictadura constituyen delitos de lesa humanidad, violaciones flagrantes a los derechos humanos. A pesar de la amnistía que la misma Junta se otorgó antes de dejar el poder, a pesar de las leyes de Obediencia Debida, del Punto Final y del Indulto, los organismos de derechos humanos, acompañados por otros sectores que apoyaron sus reivindicaciones, mantuvieron el seguimiento de las causas judiciales y lograron que hoy haya cientos de juicios realizándose en distintos lugares del país, que se hayan dictado ya muchas condenas firmes y que decenas de represores permanezcan encarcelados en establecimientos penitenciarios comunes. Aunque a todas luces el camino por recorrer es mucho, Argentina se ha puesto a la vanguardia en el mundo en la búsqueda de verdad y de justicia.
No podemos olvidar que la democracia no deparó para los trabajadores desafíos menores; dentro del imperfecto sistema democrático, pretendió instalarse el mismo “anti proyecto” de la dictadura, a través de la instauración –o, mejor dicho, prolongación– del modelo neoliberal en plena democratización de las instituciones. Los datos que ya avizoraba Walsh resultaron menores en términos cuantitativos comparados con los que pudieron observarse a principios del siglo XXI. En términos políticos, la dictadura se circunscribió a un lapso determinado de tiempo pero sus objetivos, que son los estratégicos, aquellos pergeñados por sus grupos oligárquicos, intentaron cumplirse bajo otra modalidad, en democracia. Como parte del mismo engranaje, se pretendió echar un manto de impunidad, tanto sobre los hechos de corrupción del momento como sobre los delitos de la dictadura. Fue así que –nuevamente– gran parte del movimiento sindical se encontró en pie de lucha ante la flexibilización laboral, el desguace y desmantelamiento sistemático del Estado, las privatizaciones y la devastación de los recursos naturales que se perpetraron en los años 90.
Todo proceso colectivo, como lo es la lucha por la justicia social, implica entrega, renunciamientos, pero también conlleva entusiasmo y alegrías compartidas. El compromiso, el avanzar juntos en el devenir del presente histórico, es motivo de celebración. Por eso, recordar lo que sucedió el 24 de marzo es también recordar que fuimos capaces de resistir, de no dejarnos vencer por el miedo o el individualismo.
Como trabajadores de la educación, desde SADOP entendemos nuestra vocación ligada al relato de la historia en términos de verdad y justicia. Bregamos por acercar a las nuevas generaciones los datos y conocimientos necesarios para que con libertad elaboren sus propias concepciones y valoraciones respecto de lo acontecido en el país. Como trabajadores de una educación que entendemos debe ser liberadora, uno de nuestros deberes fundamentales y permanente es mantener viva la llama de la memoria, evitando que la repetición de hechos históricos acabe por soterrar las luchas y conquistas que hasta el momento se han logrado. De allí la importancia de que, si bien el 24 resulta ser un día de recogimiento y reflexión, la memoria de lo ocurrido no quede circunscripta a una sola jornada.
Compartimos con nuestros compañeros docentes estas reflexiones, ofreciendo el espacio de la Secretaría de Derechos Humanos de SADOP como un lugar de encuentro donde entender nuestra historia y nuestro presente desde la perspectiva de la defensa de nuestros derechos, hermanados con todos aquellos que lucharon por la justicia en nuestro país, a quienes hoy rendimos un especial y sentido homenaje.