2012-04-01
“Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia”… El debate público acerca de la historia y su aporte a la construcción de la identidad colectiva ha recuperado espacio y vigencia.
Por Daniel E. Di Bártolo. Secretario de Educación. Consejo Directivo Nacional - SADOP
La reconstrucción del pasado y su conocimiento como claves interpretativas del presente y sustento para la proyección futura, ha vuelto a colocar en un lugar preponderante a la historia: sus hombres y mujeres, el rumbo de los pueblos, el significado de sus procesos.
Nosotros, los trabajadores de la educación privada, nos apropiamos de este debate desde una doble perspectiva: como militantes del campo popular nos ubicamos en la línea del pueblo que construye su destino histórico, y, como docentes, aportamos conocimiento para profundizar itinerarios y significados.
SADOP, como organización sindical de la educación y la cultura, tiene una misión hacia el espacio educativo, y, también, hacia el movimiento obrero organizado.
Fueron el radicalismo y el peronismo, y más tarde los sindicatos de la resistencia, los que albergaron en sus casas y en el exilio a los hombres y mujeres del denominado “revisionismo histórico”.
Aun hoy, la corriente historiográfica revisionista está raleada de las universidades argentinas: la “academia” no la considera como suya en tanto no le atribuye objeto y método científico. Ni qué decir de los niveles primarios y medios, todavía subsidiarios de la “historia oficial” con leves barnices nacionales.
El revisionismo histórico argentino nació al calor de la puesta en crisis del paradigma mitrista de la historia; el liberalismo llevado a su máxima expresión fue la cuna donde se forjaron generaciones de historiadores y docentes que entendieron el proceso histórico argentino como el triunfo de las ideas y realizaciones europeizantes sobre las realidades propias de nuestra patria.
Si bien existió un “proto-revisionismo” en historiadores como Julio Irazusta, Ignacio B. Anzoátegui y Carlos Ibarguren, éstos fueron más reivindicacionistas de lo nacional –citamos la enorme obra de Irazusta sobre Rosas y su correspondencia– que aportes sustantivos a una nueva mirada de la historia.
El Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas en la década del 30 marca la ofensiva de un núcleo de historiadores que investigan, publican y comienzan el agrietamiento de las bases en que se sustentan las columnas de la historia oficial.
Los cuestionamientos a los contenidos se basan en la revisión del período rosista, a quien se lo liga con San Martín y Saavedra. La revista también publica, entre otras cosas, críticas a Sarmiento, el apoyo francés contra Rosas y la Vuelta de Obligado.
Raúl Scalabrini Ortiz es el padre del “revisionismo histórico forjista”. Sus investigaciones y publicaciones , son fundamentales en el cuestionamiento de la Argentina semicolonial y al pensamiento de la oligarquía vernácula: allí jugará un papel central la “crítica histórica”.
“La historia es un arma para manejar a los pueblos, para someterlos a los designios de los vencedores, para impedir toda acción libertadora, para dividir y confundir las corrientes de opinión. Por eso, la diplomacia inglesa ha impuesto una historia oficial argentina según la cual le somos deudores de la libertad y el progreso y de los capitales que nos prestaron para consolidar el orden y el bienestar. La revisión histórica emprendida por FORJA demuestra que tales asertos son falsos y que los capitales extranjeros, predominantemente ingleses, que enfeudan y esclavizan la Patria, no son más que el producto del trabajo y la riqueza argentina, capitalizados a su favor por la astucia europea…Conozca el origen de los problemas de la patria y así conocerá la esencia de los problemas actuales”[ii].
Homero Manzi, Gabriel del Mazo, René Orsi, y luego Arturo Jauretche, realizarán importantes aportes a la revisión histórica. En particular, don Arturo en su Manual de Zonceras Argentinas, que se dedicará a destruir los mitos de la historiografía liberal.
Historia y política se entrelazan en la militancia y la labor científica de los historiadores del revisionismo. Luego de la caída del peronismo, en la década del 60, José María Rosa publica varios textos que son leídos, discutidos y difundidos por la juventud que busca la posición política nacional, y es profundamente crítica de los viejos textos liberales.
Rosa es “el historiador del pueblo”, como bien lo definió Enrique Manson en su reciente libro[iii]. Junto con Fermín Chávez y sus “Cátedras Nacionales”, llegan sus investigaciones y textos hasta el día de hoy. Sus aportes a una visión integral de la historia argentina inserta en el destino de los pueblos latinoamericanos ha sido la matriz en la cual nos formamos hombres y mujeres de la generación del 70, cuya militancia estaba basada en la discusión política, y, en particular, en la relectura interpretativa de la historia desde la óptica popular.
En este sentido, Apuntes para la militancia de John William Cooke[iv] constituye también un mirada completa y compleja que ayuda a leer la historia Argentina con ojos críticos desde el campo popular.
Como señala Jauretche: “No es, pues, un problema de historiografía sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia, en que ésta es sólo un instrumento de planes más vastos destinados, precisamente, a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional, que es la base necesaria de toda política de la nación”[v].
El aporte del Proyecto UMBRAL
SADOP y el SUTERyH –dos organizaciones sindicales del movimiento obrero argentino–, continuando con la rica vinculación entre los intelectuales del campo nacional y popular y el sindicalismo, promovieron entre 2006 y 2008 un proyecto que incluyó un trabajo
de investigación plasmado en el libro Proyecto Umbral. Resignificar el pasado para proyectar el futuro.
El proyecto se basa en la Metodología para el proyecto de país, una obra del filósofo y pedagogo Gustavo Cirigliano, que propuso una serie de principios y corolarios como indicadores para analizar la realización o no de un proyecto nacional.
Los investigadores del Umbral, basados en forma estricta en esa metodología, releyeron las etapas de la historia argentina propuestas por el mismo Cirigliano para analizar y evaluar en qué medida en cada una de ellas se habían desarrollado proyectos de país.
El Umbral fue presentado en numerosas localidades del país cuando aún el debate por la historia y su interpretación era una perspectiva que no se había instalado con firmeza en el debate social argentino.
Por su naturaleza, el Umbral es una obra inédita: sustentada en un método, los autores pusieron el foco en una determinado etapa de la historia argentina y la releyeron a la luz de los principios que según Gustavo Cirigliano definen al proyecto nacional.
En mi opinión, desde el punto de vista historiográfico, el Umbral es un aporte a la corriente revisionista que incorpora elementos de lo latinoamericano y de lo social.
Desde el punto de vista político, el Umbral es un antecedente directo de la re-instalación de lo histórico como “maestro” de la política a la hora de definir rumbos del proyecto nacional.
El Instituto Manuel Dorrego y el Centro de Estudios Felipe Varela
Dos iniciativas de fuerte contenido nacional, popular y latinoamericanista, que han ocurrido en el actual contexto político, ameritan ser destacadas a la hora de presentar el problema de la historia en la Argentina.
En primer lugar, la creación a través del Decreto 1880/2011 del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, que integra a historiadores como Pacho O`Donnel, Hugo Chumbita y Ana Jaramillo, entre otros, con amplios objetivos de revisión y difusión histórica, y la creación de dos premios: José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos a la investigación histórica del campo nacional y popular.
La decisión fue anunciada en el marco de los actos recordatorios del combate de la Vuelta de Obligado. De por sí, traer a la memoria colectiva de los argentinos una gesta histórica ocurrida en 1845 y silenciada por la historia oficial y sus textos, es un hecho de alto valor simbólico y político.
Sin embargo, lo importante ha sido cómo la iniciativa fue atacada por distintos sectores vinculados a los centros de estudios académicos de la historia y, también, por autodenominados “intelectuales” que resisten una visión de la historia protagonizada por los pueblos.
Lo mismo sucedió con la iniciativa conducida por el historiador Norberto Galasso, que hace años viene trabajando en forma continua con los “Cuadernos para la otra historia” en el “Centro Cultural Enrique S. Discépolo”, y que dio origen al Centro de Estudios Historiográficos “Felipe Varela”.
La controversia por la historia ha ganado los medios de comunicación: tanto los hegemónicos, que resisten la fuerte caída de sus interpretaciones antojadizas y supuestamente serias, como los populares, que redescubren el valor de los histórico como instrumento de discusión política y formación de la conciencia nacional.
Desafíos y perspectivas
A modo de consignas para la acción sindical y política, quisiéramos enumerar algunos elementos que consideramos necesario consolidar y proyectar desde la perspectiva de los trabajadores organizados:
- Militar la recreación de una escuela historiográfica nacional, popular y latinoamericanista que recoja los estudios y las publicaciones de las distintas etapas y versiones del revisionismo.
- Promover en las facultades de humanidades de las universidades argentinas la incorporación del revisionismo histórico en los contenidos curriculares, la bibliografía y los proyectos de investigación.
- Producir un profundo plan de formación docente continuo que promueva en forma sustancial una mirada crítica de los docentes de historia, cuya formación se encuentra anclada en los paradigmas de la historia liberal, abriendo nuevos horizontes y perspectivas.
- Dinamizar nuevos enfoques y contenidos acordes con la mirada revisionista de la historia en los niveles primario y medio del sistema educativo argentino, modificando los programas, aportando materiales y fuentes, incorporando nuevas tecnologías.
- Incorporar en los circuitos de formación sindical la perspectiva histórica como método fundamental para la consolidación de la conciencia de trabajadores del proyecto nacional y popular.
- Promover la difusión, la investigación y la producción de estudios propios del movimiento obrero organizado, que afiancen la reflexión de la historia como matriz para explicar la realidad y proyectar el futuro.
Al concluir este recorrido cabe retomar la pregunta inicial.
Durante décadas nos han impuesto que “la historia la escriben los que ganan”.
El proceso de multiplicación de las voces y la pluralidad de actores nos propone un nuevo escenario: luchar para que “la historia la ganen los que escriben”.
“Política británica en el Río de la Plata” (Bs.As., 1940), “Historia de los ferrocarriles” (Bs.As., 1940) y otros.
[ii] Texto de un volante de FORJA en poder de Norberto Galasso.
[iii] Manson Enrique., José María Rosa, el historiador del pueblo, Ed. Ciccus, 2007.
[iv] Cooke John William., Apuntes para la militancia, Ed. Instituto Superior Dr, Arturo Jauretche, 2011. (La re-edición está prologada por el cro. Facundo Moyano. El Director del Instituto, el cro. Marco Roselli, desarrolla una intensa actividad por la cultura nacional y popular).
[v] Jauretche Arturo, Política nacional y revisionismo histórico, A. Peña Lillo Editor, Bs. As., 1959.